¿Soñar no cuesta nada?

  Onir1Soy un onironauta. A más de uno se lo conté en un arranque de emoción durante los días de mis primerísimas experiencias. A los que no estén familiarizados con el término, les cuento que (en muy pocas palabras) «onironauta» es quien «navega» en los sueños. No van a encontrar la definición en diccionarios oficiales, pero si quieren saber un poco más, pueden mirar acá: http://es.wikipedia.org/wiki/Sueño_lúcido También hay unos cuántos foros y blogs pero encontré muy pocas cosas de valor ahí. Casi todo eso me huele a inventos de aficionados a relatos de ficción y películas del mainstream. Me sorprende mucho la poca divulgación y reconocimiento del tema. No me refiero tanto a la comunidad científica, que es lógico que con su método no encuentre muy bien por donde entrarle a la parte, digamos, más «literal» del asunto. Estoy hablando de la omisión que se hace EN GENERAL sobre algo que para cualquiera que lo haya vivido tiene un interés incuestionable. Pasamos parte de nuestra vida soñando. Resulta hasta tonto que lo ignoremos tanto y en cambio sí le demos tanta importancia a muchas construcciones sociales absurdas y modas efímeras. Lo más molesto de encontrar pocas fuentes es que a la vista de los menos espabilados, termina cayendo el tema en la vereda de la fe, lo cual es injusto, porque a diferencia de las experiencias religiosas, no he conocido aún a nadie que me diga «no sé lo que es soñar; no creo en los sueños». Es como no creer que existieron los dinosaurios. Hay cosas que a esta altura simplemente no deberían ignorarse.»Navegar» en el sueño es mucho más que sólo navegar. En internet uno también «navega», y eso significa que cuenta con acceso a una miríada de contenido virtual, siempre desde su ordenador. Ahí el término «navegar» sí es totalmente metafórico. Ni se vive el calor de la pelea en una película de acción en mp4, ni se huele el aire de Roma en Google Imágenes o en Google Earth. Ser onironauta significa dirigir o alterar el sueño a voluntad. A VOLUNTAD. He visto que los mismos soñadores no se ponen de acuerdo, porque algunos opinan que ser consciente de estar soñando ya es una forma de sueño lúcido. Para mí no. La diferencia entre saber que se está soñando y tomar el control del sueño, es el equivalente a la diferencia que hay entre leer un libro y escribirlo. Más o menos. Antes de tener sueños lúcidos, había tenido de esos otros.

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Cuando uno tiene un sueño lúcido, se da cuenta de que está ante algo completamente diferente de un sueño regular. Incluso tuve varias veces los sueños de recurrencia en que creía haber despertado para luego descubrir que no, y así una y otra vez. No es lo mismo. Valga una aclaración más antes de continuar, en especial para aquellos que siguen viendo esto con escepticismo. NO ESTOY HACIENDO FICCIÓN. No quiero contarles un cuento ni estoy haciendo como Borges o Lovecraft que afirmaban estar diciendo la verdad para exigirle al lector que se esfuerce en ser su cómplice. No me gustaría leer comentarios del tipo «eso de los sueños lúcidos para mí no es verdad». Sería como contar las experiencias de un viaje realizado y que digan «dale, no mientas», y que al mostrar las fotos rematen «eso es Photoshop». En serio: a quien no sea cómplice o respetuosamente curioso, le voy a pedir que deje de leer en este punto. Y si es de los que no obedecen esa clase de pedidos, puedo plantearle lo siguiente: ¿usted cree en el amor? ¿Estuvo enamorado/a alguna vez? Yo no tuve la suerte, pero, ¿usted qué sentiría si en un estado suyo o una nota de facebook al respecto yo me expreso diciendo «eso del amor que decís no existe, es algo que la gente extrae de ficciones de Shakespeare», basándome sólo en que en mi experiencia no pasé de la barrera del indicio o la posibilidad? Cuando miles de almas a lo largo de la historia afirman que algo es real y no se basan en relatos de terceros para hacer esa afirmación, pues debe ser real. La realidad se construye mayormente por experiencia colectiva. Uno puede ser la excepción, no la regla. Si el lector por otro lado es un onironauta como yo, me gustaría charlar más holgadamente después. Vivimos en un mundo en que si decís abiertamente creer en una conciencia ininteligible que lo controla todo durante cada instante en cada rincón del universo, sos normal, pero si decís que controlás cosas dentro de tu propia mente, parecés un loco.


Anoche dormí poco. Me acosté tarde y me despertaron unos tipos que laburan en una obra enfrente de casa. Me desperté contento. «Contento» es una palabra que casi no utilizo. Me suena infantil, llana, simple. Pero así me desperté exactamente. Como quien descubrió algo fascinante e inefable. Un feliz hallazgo. Parecía más mi perro que yo mismo; si hubiera tenido cola de perro, en ese momento la movía. Recordaba el sueño a la perfección (salvo el principio, obviamente). Especialmente el diálogo final. Una cosa de tantas que me dieron los sueños lúcidos es la posibilidad de recordar de forma más precisa los sueños normales, si es que se puede hablar de «precisión» en el mundo onírico. Porque los sueños lúcidos también me mostraron que las cosas son menos precisas de lo que uno cree cuando ya dejó de calentar el colchón. Es un mundo emocional. No es posible hacer foco en nada. Nos manejamos por impresiones. Por eso no es raro despertarse y después de un tiempo empezar a dudar si una persona o lugar eran el que creíamos al principio. No voy a contar lo que soñé con exactitud ayer, eso me lo reservo. Soy celoso de mi intimidad y los sueños son lo más íntimo de todo, justamente porque fuera de la propia cabeza es imposible revivir las sensaciones. IMPOSIBLE. Puede ensayarse, pero no hay relato ni imagen que resulten lo bastante apropiados. Imaginen cómo cambió mi óptica sobre los pintores que se inspiraban en sueños, después de entender que un sueño es algo que no puede expresarse visualmente ni por asomo. cama-suenoAntes fantaseaba con «una máquina para ver sueños». Vieron que en el cine el sueño suele mostrarse de manera similar al recuerdo, con eco, efectos de iluminación y escasa nitidez… Ahora no me imagino esa máquina. Como no me imagino «soñar con colores». Cierren los ojos y traten de imaginar un objeto verde. Seguramente lo hacen. Ahora, piensen si realmente es verde el objeto que están imaginando. Enfoquen su atención en el objeto e intenten ver si realmente es verde. A eso me refiero. Y leí que según estudios científicos, el 80% de las personas sueñan a color. A veces la ciencia da respuestas más bien desconcertantes. Que se active una parte específica del cerebro y decir que por ello soñamos a color o que soñamos de tal o cual manera, es como tratar de disfrutar un videojuego abriendo los archivos en código binario.


Así comenzó para mí esta historia de los sueños lúcidos. Iba a un taller literario, hace como nueve años. Así que en parte se lo debo a Jorge Mirarchi, mi profesor. Como una práctica más de las primeras clases, tenía que escribir algo inspirado en un sueño, para lo que era preciso acompañarme de un anotador y una birome cuando me fuera a dormir. Es sabido que los sueños se borran rápidamente. El cerebro ata los cabos sueltos, y en esa tarea la realidad del sueño, irracional, se diluye; la conciencia es caprichosamente racional. Por eso la forma más sencilla de volverse «creativo» es utilizar la imaginación para desatar cabos, cambiar las cosas de lugar. Perdón si desde que comencé caigo constantemente en divagaciones, pero me está resultando inevitable.

Retomo. Durante varias noches venía acostándome con la libreta en mano o debajo de la almohada. Al principio tuve sueños muy vagos. Querer soñar es sin duda el paso más importante para tener un sueño y recordarlo. Pero no alcanzaba. Los sueños a veces son un pésimo material para trabajar. Pensé que iba a ser más fácil si cortaba violentamente el sueño, evitando las ataduras de cabo y pegatinas mentales que se producen en la parsimonia del despertar. Así que empecé a poner la alarma a la madrugada. 3:33 a.m. Por el horario aproximado en que conciliaba el sueño, las 3:33 hs. funcionó bien y después quedó establecido «por cábala». El ejercicio de taller literario fue finalmente sobre un sueño muy intenso, pero no sobre un sueño lúcido, experiencia por la que todavía no había pasado. El primer sueño verdaderamente lúcido vino unas semanas después de eso, diría que por azar, aunque creo que sin esos ejercicios previos para la actividad del taller, tal vez no hubiera podido concebirlo. Fue también en ese primer sueño lúcido que intenté (con éxito) despertarme por mi cuenta. Mi cuerpo todavía estaba dormido cuando abrí los ojos. Cool. Parálisis del sueño. Da algo de miedo la primera vez. Algunos la sufren por accidente (por ejemplo, por apnea del sueño). Yo BUSQUÉ despertarme. Más adelante lo volví a conseguir. No lo hago por deporte porque no me fio de las consecuencias, aunque por lo pronto sólo parece que el cuerpo, como es de esperar, no descansa lo debido. Cuando se intenta despertar y realmente cuesta, es posible alcanzar este estado.

Por si alguno lo pensó, intenté pellizcarme para saber si estaba soñando, pero uno realmente siente el pellizco en el sueño. No es así como funciona. Además el subconsciente se empeña en poner las cosas pata para arriba y jugar con nuestras creencias.Hubo, sin embargo, un sueño más viejo que parece ser un antecedente de los sueños lúcidos. Algunos de mis sueños de la niñez eran sobrecogedores (las llamadas «pesadillas»). Los sueños terribles no eran la mayoría, pero que los había, los había. En la infancia por supuesto hay más temores infundados que en etapas más maduras de la vida. Cualquier cosa fea o asquerosa cala en la mente y puede proyectarse en los sueños. Mi némesis esa noche era un bicho bastante fulero y muy grande, posiblemente inspirado en algo de la TV. Por primera vez en mi vida tuve conciencia de que ese bicho era producto de mi imaginación y que podía usar justamente mi imaginación para vencerlo. Literalmente fabriqué el arma para destruirlo, y lo destruí. No era absolutamente consciente de mi situación, no fue un sueño lúcido del todo, pero hubo niveles de control. Desde ese día no tuve una sola pesadilla más. Así es: llevo como veinte años despertándome sin sobresaltos. Tal vez no sea raro para otras personas, pero yo era un soñador prolífico y realmente significó una ruptura. Así que estoy CONVENCIDO de que estudiar más sobre los sueños puede servir efectivamente para el tratamiento de miedos irracionales, como he leído por ahí. Claro que tengo sueños inquietantes a veces, pero a partir de ese día, se activa algo en mí y cobro algún grado de control. Es más: si no me preparo para soñar, suelo necesitar de una situación inquietante para que el sueño se convierta en lúcido. Se activa la alarma, y cobro conciencia. Pero los mejores sueños lúcidos vienen cuando algún agente externo me fastidia, como el frío o la falta de circulación de un brazo o mano por una mala postura, por citar ejemplos reales. Se presenta entonces una suerte de «pesadilla» espontánea que no acaba siendo tal porque consigo saber en el sueño que algo pasa fuera y que tengo que despertarme. Es bastante divertido; en estas situaciones el subconsciente se resiste tanto a persistir, que es posible presenciar una verdadera disociación entre la conciencia y la subconsciencia, semejante a una discusión entre un sordo y un mudo.


Desde que tengo sueños lúcidos, los sueños normales no son lo mismo. Ya dije que no tengo pesadillas normales tampoco. Mi subconsciente me arrastra y me pone ahí como un títere para que haga algo o para que mire de cerca lo interesante que se va poniendo el filme. Después de los primeros sueños lúcidos francamente pensé en soñar todo lo que me fuera posible para hacer todo que quisiera. En serio me había obsesionado bastante.

El primer sueño lúcido fue con diferencia la experiencia más alucinante de mi vida. Nada se compara con eso. Por esa sencilla razón no puede caber duda sobre si uno es o no es un soñador lúcido. Cuando uno despierta, no hay duda de que había estado dormido. Cuando se tuvo un sueño lúcido, no hay duda de que fue diferente de cualquier otro sueño jamás soñado. Ayer me levanté contento y casi tan emocionado como después de mi primer sueño lúcido, aunque fue un sueño no lúcido. Resulta que, paradójicamente, los deseos, los anhelos, esas cosas a las que también, en sentido figurado, solemos llamar «sueños», están al parecer más ligadas a la consciencia que a la subconsciencia. Cuando me despierto de un sueño lúcido pienso por qué no hice tal o cdescarga (4)ual cosa que me gustaría hacer en la vigilia. Es muy liberador hacer lo que nos plazca en los sueños, darles la forma que uno quiera.

El caso es que en el ensueño no tenemos el mismo sistema de necesidades que en la vida en estado de vigilia; además, las sensaciones allí se asocian de una manera bastante misteriosa, que no se corresponde a lo que cabe esperar en el mundo de la vigilia con sus símbolos y significaciones. Esto me llevó a preguntarme muchas veces hasta qué punto tenía yo libertad verdadera en mis sueños lúcidos. Pero es una pregunta capciosa. La conciencia es obstinada y se esmera en imponerse siempre. Olvida que las reglas de la vigilia no son ni siquiera las reglas de la física, sino la forma en que nuestro cerebro se las arregla para interactuar con un mundo que ya está dado. Olvida que los ojos, por ejemplo, son órganos que responden a estímulos y que nuestra representación de las cosas es precisamente eso, una representación, una forma de percibirlas, que no tienen otros organismos y que incluso muestra matices entre los de nuestra especie.


Las reglas de este mundo tienen una importancia muy limitada en el ensueño, así como los sueños importan poco en la vigilia. Las experiencias de ambos mundos están relacionadas, pero no son intercambiables. Cuando uno se despierta de un bello sueño que no ha concluido, siente que ha perdido algo. Cuando uno se despierta de un sueño en que era absolutamente libre de hacer lo que quería, siente que ha perdido libertad. Después de un tiempo de dormir bastante para soñar, siguió uno de dormir menos porque no me entusiasmaba tanto la idea de dormir. Al dormir poco, el sueño es más pesado y es más difícil tener un sueño lúcido. Mejor dicho, es más difícil recordar cualquier sueño, lúcido o no, cuando el cuerpo se deja vencer por agotamiento. No pregunten por qué pero últimamente estoy eligiendo eso. Es una incógnita para mí por qué anhelo más que nunca ahora los sueños normales, pero siento que me estoy perdiendo de algo al soñar conscientemente. Seguro hay un montón de sueños que no recuerdo, pero los que sí, los más vívidos, usualmente no me sorprenden porque me descubro tomando el control, incluso por accidente, por esa alarma que dije. Y antes de que lo pregunten, no, no es un sueño recurrente; no «sueño que tomo el control». Hay dos pruebas irrefutables. Una, es que cuando elijo despertarme, realmente me despierto. La otra, que esta misma pregunta me surge allí en el sueño, e intento resolverla usando la conciencia: referencio la realidad de la vigilia, intento entender el sueño. ¿Soñar no cuesta nada? Yo creo que sí. Intentando responder la pregunta de por qué anhelo más ahora los sueños corrientes, creo que la sorpresa es fundamental para disfrutar de un buen sueño.

El poder de sorprendernos nos da curiosidad. La imposibilidad de alcanzar nuestras metas de manera sencilla o de hacer lo que queremos, nos hace desear y aferrarnos a nuestros anhelos con más ímpetu. Además acá en la vigilia tenemos un tiempo limitado y siempre presente. Yo ahora mismo estoy pensando en lo que falta para que acaben las vacaciones y en que en un rato voy a almorzar. Así vivimos. Dentro de toda su libertad, uno se siente atrapado en el ensueño. Cuando nada es necesario ni vital, no está el reloj presente, y uno además es consciente de ello, las sensaciones no suelen perdurar. Una experiencia tremendamente útil para quien quiera saber cómo se sentiría la trascendencia de la consciencia por sobre el mundo físico. Por otro lado, despertarse para experimentar tanta pérdida de libertad junta, tiene lo suyo. Cada período de vigilia acaba con el sueño, y cada sueño acaba con la vigilia; vivir los dos mundos es una bella forma de eternidad que sólo puede acabar con nuestro último respiro.

Soñar así, pues, tiene su costo, pero vale la pena. Cualquier onironauta sabe que después de haber tenido sueños lúcidos, no es posible imaginar toda una vida sin ellos. Pero anoche mi subconsciente me hizo un regalo muy particular. Por eso me desperté tan contento. Fue un sueño de esos en que se presenta un duda. Las dudas en los sueños también son una sensación. En realidad, el subconsciente ya sabe para dónde va. Según se trate de un buen sueño o un mal sueño, la duda va a persistir como una incertidumbre o mutar en una cosa u otra. dali1

En mi caso, también cabe la posibilidad de que se active esa «alarma» contra incendios oníricos (¡ja!); que como venía la cosa era lo que debía pasar, me ha pasado muchas veces en momentos análogos: era ese el momento en que debía tomar el control. Para no contar mi intimidad, mi sueño, digamos que esta vez el subconsciente eligió por mí un camino que no era ni el que yo hubiera elegido (lo bueno, lo ideal, lo que se me antojaba) ni el que hubiera evitado (lo inquietante, lo que no se me antojaba vivir); encontró un tercer camino. Así de loco como se oye: me hizo soñar que tenía dos posibilidades, y me sorprendió haciendo que mi Yo onírico optara por una tercera opción. Mi Yo, mi personaje en el sueño, dio media vuelta, volvió sobre sus pasos cuando supuestamente el destino era otro, y se entregó a un diálogo con alguien (a quien no conozco y creo que nunca he visto en la vigilia) cuyas líneas ojalá hubieran salido de mi boca en la vigilia, articuladas por mi Yo de carne, hueso y conciencia. Era un diálogo tan justo para ese momento y tan justo para que yo lo viva, con las líneas tan cuidadosamente elegidas exclusivamente para mi deleite, que no sólo nunca habría podido concebirlas utilizando mi conciencia, sino que además me tomaron totalmente por sorpresa incluso cuando desperté.

No podía creer que había soñado eso. No pongo acá el diálogo por lo que dije antes: el sueño es lo más íntimo que se tiene. Llevo mucho tiempo vagando en mi cabeza, caminando un mundo inconfundiblemente personal, las tierras de mi subconsciente, y necesité de un sueño de los ordinarios para que el subconsciente me dijera algunas verdades sobre mí. Y uno necesita que le digan sus verdades de vez en cuándo. Las más reales de todas, sólo uno mismo se las puede decir. Aunque claro, yo estaba intratable… ¿Cómo se hace para hablar con alguien que, llegada la hora de la cita, con el balance del día sobre la mesa, hace lo que se antoja, cambia las reglas, se lo toma todo a broma, satisface sus deseos, contempla, usa, exige, cuestiona, y si no le gusta lo que ve, ¡paf!, desaparece? Hay un mundo interior que siempre encuentra formas de expresarse y que a veces me parece mucho más sabio y poderoso.

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